Tapices complejos se entrelazan

Tradición peruana y estética contemporánea

Por D. Wood para la revista Fibert Arts

Ann Hamilton, una de las escultoras más destacadas de Estados Unidos, afirmó: «La tela es una acumulación de múltiples gestos de entrecruzamiento». En esencia, se refería a las incontables veces que la trama se entrelaza con la urdimbre, dando vida a la tela. Sin embargo, en manos de un maestro tejedor, los entrecruzamientos no son solo técnicos: pueden ser históricos, culturales, sociales e incluso metafísicos. Máximo Laura, el preeminente artista y diseñador de tapices de Perú, es el creador de telas compuestas por entrecruzamientos de múltiples capas.

El arte de Máximo Laura Taboada (su nombre completo, aunque se presenta como Máximo Laura) tiene sus raíces en la historia global del tejido. Técnicas tradicionales como Aubusson, soumak, kilim y anillado proporcionan el contexto para apreciar su obra. Muchos de sus tapices emplean tejido plano y, al igual que otros textiles indígenas, se basan en la yuxtaposición de colores para crear la sensación de tridimensionalidad. Pero Laura ha ido más allá de la ilusión óptica, alcanzando la realidad del 3D mediante la incorporación de hilos de trama adicionales que elevan partes del diseño por encima de la superficie principal. Estos tapices, de gran complejidad técnica, son un desafío para la vista (¿cómo lo logra?) y le han valido a Laura numerosos premios internacionales, entre ellos uno del que se siente especialmente orgulloso: Gran Maestro de la Artesanía Peruana (2001).

La obra de Laura posee capas históricas adicionales. De niño, en Ayacucho, en los Andes peruanos, Laura recibió la influencia de las publicaciones de pinturas de Pablo Picasso y otros artistas clásicos. Dibujaba y pintaba en las paredes de su casa y, con el tiempo, ingresó en la escuela local de bellas artes. Proveniente de una familia de tejedores, comenzó a trabajar en el telar a los nueve años, pero también leía y, más tarde, coleccionaba libros de arte dedicados a artistas nacionales e internacionales cuya obra le resultaba significativa. Ahora, el acto de pintar, que Laura considera un «ejercicio enriquecedor y espiritual», es una fase crucial en la creación de cada tapiz. «Todos los tapices comienzan con una pintura», afirma. «Para la técnica y el estilo que he desarrollado, es necesario ser pintor antes que tejedor».

El componente cultural de los tapices de Laura es, en parte, resultado de sus estudios de literatura hispánica. De joven, le fascinaban tanto la narración oral como el arte, y aspiraba a ser escritor o poeta. A principios de la década de 1980, se matriculó en la Universidad de San Marcos en Lima y disfrutó enormemente de los simposios, las mesas redondas y las revistas que proliferaban en aquel entonces. Estudió con destacados escritores peruanos y estuvo a punto de publicar sus propios escritos, pero su participación en actividades políticas truncó su formación. (Como activista estudiantil desde los quince años, fue desacreditado por las autoridades de San Marcos y estuvo a punto de ser juzgado por cargos falsos). Sin embargo, su afinidad con la narración oral y las leyendas impregna la imaginería de su obra.

Laura describe la influencia de las leyendas: Aproximadamente entre 1980 y 1982, descubrí dos de las fases más importantes de mi trabajo: una llamada Naupayuyay o «reminiscencia ancestral», una especie de regreso al pasado, una búsqueda de la iconografía andina. Esta fase consistió en rescatar los mitos, las historias y la visión cósmica, con sus deidades, entidades y creencias en un universo simbólico. La segunda fase, más contemporánea, la llamo Takion-qoy. Takionqoy significa literalmente «enfermedad del canto», pero se refiere a un movimiento mesiánico que surgió tras la conquista española del siglo XVI para sostener la resistencia religiosa y cultural andina a la imposición de la cultura española. El pueblo continuó practicando sus costumbres y sus ritos, y yo utilizo esta referencia histórica. Utilizo los rostros y las manos, junto con las entidades principales, especialmente los dioses jaguar y serpiente. Los rodeo con círculos o espirales en el suelo. Laura representa aves, peces y reptiles abstractos; líneas enfáticas; y formas geométricas audaces. Al fondo, se vislumbran fantasmas: rostros pálidos, ojos, patrones y criaturas que simbolizan los eventos y ancestros, tanto humanos como animales, que nos precedieron. Su presencia es inquietante. La mirada no logra enfocarse en lo que hay detrás; recorre el fondo y el horizonte, indagando repetidamente el misterio. Este aspecto personifica la cualidad multidimensional de los diseños de Laura.

Una última forma en que los elementos de la obra de Laura trascienden los límites artísticos es en su variedad de imágenes, materiales y colores. Laura representa temas realistas, pero domina con igual maestría la abstracción. Emplea una paleta que incluye todos los colores del arcoíris; es raro encontrar un artista cuyo dominio del color abarque todo el espectro, en tonos tanto vibrantes como sutiles. Si bien su taller (Laura supervisa entre treinta y cuarenta tejedores en Lima) se especializa en el tejido con alpaca y llama, también utiliza algodón pima, seda, fibras sintéticas y mezclas. Laura viaja con frecuencia y regresa a casa con ideas innovadoras que hacen que sus textiles peruanos sean dignos de reconocimiento internacional.

Máximo Laura demuestra hábilmente que el tejido no tiene por qué estar limitado por los parámetros del telar. Sus cruces para construir textiles tejidos pueden estar sujetos a parámetros ortodoxos, pero su dimensión va mucho más allá de la urdimbre y la trama.

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